Hace algunos meses, un estudio citado por Harvard Business Review despertaba en los divulgadores de la gestión empresarial un cierto espíritu vindicatorio de las habilidades balndas en tiempos tan tecnologizados como éstos, con la IA Generativa transformando el entorno laboral. Si bien algunas conclusiones apuntan en la dirección correcta, es necesario antes hacer el ejercicio de separar la paja del trigo.
Es totalmente contraintuitivo: la IA, en sus distintas manifestaciones, está modificando fuertemente el entorno laboral, sin embargo, en ese contexto, las habilidades blandas se están volviendo más importantes que nunca. Esta parece ser una de las conclusiones que emergen del estudio (“Skill Dependencies Uncover Nested Human Capital”, Moh Hosseinioun, Frank Neffke, Letian Zhang and Hyejin Youn) publicado por Nature Human Behavior y reseñado en el Harvard Business Review (HBR), que analizó más de mil ocupaciones y cientos de habilidades, capturando 70 millones de transiciones laborales. Sin embargo, esta conclusión (en la que muchos analistas pusieron el foco), aunque correcta, es un poco apresurada y merece un mayor grado de detalle.
Debe entenderse que el estudio al que se refiere HBR habla de “habilidades fundacionales” o “habilidades básicas”, como la comprensión de lecturas o las matemáticas básicas —necesarias como punto de partida y posible base de sustentación de otras habilidades duras/técnicas, como saber programar o conocimientos de blockchain—. Esto no es exactamente lo mismo que las “habilidades blandas”, aunque en el listado aparece una que disparan inmediatamente la atención de los más humanistas y sí es una “soft skill”: la habilidad de trabajar bien en equipo. Volveremos a este punto.
Para HBR, el obtener altas puntuaciones en las habilidades básicas brinda más probabilidades de ganar salarios más altos a lo largo de sus carreras, de pasar a puestos más avanzados, de aprender habilidades especializadas más rápidamente y de ser más resistentes a los cambios de la industria.
Quienes tienen muchos años trabajando en entornos altamente tecnologizados han entendido que los ciclos de las distintas tecnologías tienden a acortarse rápidamente, provocando que los especialistas en ciertas herramientas o plataformas (habilidades duras) queden relegados a la hora del recambio o la actualización. Valga como ejemplo: hace dos décadas, Adobe Flash era el estándar para los contenidos web interactivos, y sirvió de apoyo a toda una generación de desarrolladores. Pero cuando Flash dejó de fabricarse y los navegadores lo eliminaron progresivamente, sólo siguieron demandándose aquellos que supieran avanzar hacia HTML5 y JavaScript. Ese pasaje de una tecnología o herramienta a otra equivalente requiere un cierto nivel de entendimiento de las reglas generales que aplican o de abstracción conceptual que sólo brindan las habilidades básicas.
¿Habilidades fundacionales o blandas?
Entonces, lo que sustenta ese poder de adaptación a lo nuevo son, precisamente, las habilidades básicas (pensamiento crítico, capacidad de resolución de problemas, capacidades matemáticas, comprensión de lo que se lee…) Sin embargo, un subset de estas habilidades fundacionales son intrínsecamente habilidades blandas, es decir: habilidades personales y sociales que permiten una mejor interacción con terceros. En este subconjunto están incluidos el liderazgo, la empatía, el trabajo en equipos, capacidades de comunicación asertiva…
Ya en noviembre de 2017, otro estudio publicado en The Quarterly Journal of Economics (Oxford Academic) indicaba que el mercado recompensa las habilidades sociales. El informe explicaba que “entre 1980 y 2012, los empleos que requieren altos niveles de interacción social crecieron casi 12 puntos porcentuales en la participación de la fuerza laboral estadounidense. Los empleos con un alto componente matemático, pero menos sociales —incluidas muchas ocupaciones STEM—, se redujeron 3,3 puntos porcentuales durante el mismo período”.
Por otro lado, según un reciente estudio de TestGorilla, un porcentaje muy alto de empleadores que afirmaban haber contratado a un candidato con sólidas habilidades técnicas (78%), comentaron que luego éste no tuvo éxito en el puesto debido a deficiencias en habilidades interpersonales, o a una falta de adaptación cultural o motivacional. “Creemos que las habilidades interpersonales son fundamentales para cualquier puesto, y los empleadores coinciden: el 60% afirma que es más importante que los candidatos las posean que hace cinco años (el 15% afirma que es menos importante y el 25% que es igual)”, concluía el informe, que señalaba también las consecuencias de no tener en cuenta estas habilidades blandas al contratar:
- Desafíos en la colaboración y en la comunicación (44%).
- Mayor rotación (42%).
- Menor productividad del equipo (41%).
- Impacto negativo en la cultura (38%).
Si tenemos en cuenta que, aún en tiempos de IA Generativa y ya entrando en la era de la IA Agentiva, las organizaciones siguen impulsando el trabajo en equipo para llevar adelante sus proyectos, bajo estándares que dan cuenta de procedimientos y culturas asentados a lo largo de la historia de esas organizaciones, y que ese trabajo requiere ambientes donde haya comunicación fluida y sistemas eficientes de resolución de conflictos, entonces se entenderá el porqué no bastan las habilidades duras —ni si quiera con el aporte de otras de tipo fundacional para la rápida adaptación al acortamiento de los ciclos tecnológicos—. Es necesario tener en cuenta específicamente las habilidades blandas, por su impacto positivo en las interacciones entre las personas y los procesos que las involucran.

