Directores sin rostro, o cómo liderar las organizaciones en tiempos de la IA

Hay una ruta bastante predecible que parte del aumento de la capacidad que las IAs están teniendo en estos tiempos, para arribar a la forma en que esas IAs pueden influir en la forma de liderar en las organizaciones. Aunque cause estupor o resentimiento, es hora de empezar a considerar algunas de las alternativas que antes parecían territorio de la ciencia-ficción.   

 

Un artículo reciente del Harvard Business Review dio cuenta del punto de inflexión al que están arribando las empresas a partir de la evolución de la inteligencia Artificial. Los resultados de una encuesta realizada sobre 500 directores ejecutivos globales indicaban que el 94% cree que la IA podría ofrecer un mejor asesoramiento que al menos uno de los miembros de su junta directiva. Esta percepción viene de la mano de otras comprobaciones que apuntan en la misma dirección. Otro estudio, esta vez de la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania, indicó que los modelos de IA existentes ya superan a los doctores en exámenes de ciencias y matemáticas, a los MBA en ideas innovadoras y a los terapeutas en la calidad de sus interacciones con los pacientes. 

Ya sea que se trate de ciencia abstracta o de tecnología aplicada, la IA está encontrando espacios de protagonismo que son muestra de lo que se viene. John J. Hopfield y Geoffrey E. Hinton recibieron el Premio Nobel de Física 2024 por el desarrollo de tecnología de aprendizaje automático mediante redes neuronales artificiales. En Química, el premio fue otorgado a Demis Hassabis y John M. Jumper por el desarrollo de un algoritmo de IA que resolvió el desafío de 50 años de predecir la estructura de las proteínas. En el día a día, se sigue comprobando cómo la IA hace que los trabajadores sean más productivos, permitiéndoles completar tareas más rápidamente y mejorando la calidad de su producción (ver la edición 2025 del Informe del Índice de Inteligencia Artificial de Standford). 

Un director sin rostro, pero con voto 

Si bien la evolución de las IAs nos está habilitando a usarlas como copilotos, asistentes o agentes que facilitan la vida o hacen más eficientes los procesos empresariales, algunos adelantados ya están empoderándolas para funciones específicas que más tienen que ver con decisiones ejecutivas. En septiembre pasado, Albania designó al primer ministro “no humano” del Poder Ejecutivo, llamado Diella. Esta Inteligencia Artificial asumió como Ministra de Contrataciones Públicas, como parte de una iniciativa anti-corrupción que pone en énfasis en las capacidades de procesamiento de grandes volúmenes de información en busca de patrones sospechosos. Al mismo tiempo, la IA puede gestionar las licitaciones más rápidamente, con plena sujeción a los marcos regulatorios. Un mes después, en octubre de 2025, el Fondo Nacional de Riqueza de Kazajistán designó a «SKAI», una IA, como director con derecho a voto.  

Nada indica que esta tendencia vaya a menguar, por el contrario: estos avances señalan un cambio en el gobierno corporativo, ya que los modelos de lenguaje extenso (LLM) demuestran ser capaces de brindar asesoramiento informado y rico en datos, a menudo más allá de lo que pueden proporcionar los actuales directores. Para explorar este potencial, investigadores del Instituto Mack de Wharton y del Centro de Gobierno Corporativo de INSEAD realizaron un experimento comparando «juntas» humanas y de IA que deliberaban sobre el mismo caso de negocio. Los resultados indicaron:  

  • La junta de IA superó significativamente a los grupos humanos en calidad de decisión, uso de evidencia, inclusión y planificación de la implementación.  
  • Las juntas humanas perdieron el foco, eludieron las decisiones y pasaron por alto los datos.  
  • Los expertos señalaron que, si bien las juntas de IA carecían de matices interpersonales (creación de confianza y empatía), sobresalían en estructura, participación y claridad. 

Con base en estos resultados, los autores de este experimento creen que las juntas directivas con IA no reemplazarán a las completamente humanas, pero ya pueden servir como potentes herramientas de planificación: simular debates, evaluar opciones bajo presión y revelar puntos ciegos.  

Queda claro que las empresas ya están invirtiendo de manera creciente en las IAs, pero estas inversiones suelen estar asociadas a la productividad, la eficiencia, la mejora de la relación con clientes y proveedores, la automatización de tareas (con el consiguiente ahorro monetario y el acortamiento de plazos) y el aumento de los ingresos. También hay preocupación en temas como eficiencia energética y sostenibilidad. Pero estos son los vagones del tren, se necesita una locomotora acorde para que los arrastre hacia el futuro. 

Va siendo tiempo de que las organizaciones se preocupen de los nuevos casos de uso en materia de management y liderazgo con IA, y estudien cómo los nuevos directores cibernéticos (o el formato que decidan adoptar para aprovechar la IA en estos ámbitos) se pueden adaptar a las prácticas y la cultura locales.