Tres mujeres que rompieron fronteras tecnológicas para ir hacia donde jamás nadie había llegado

Diversidad mujeres tecnología

Los astronautas no confiaban en las computadoras. Había mucho en juego y las cápsulas espaciales eran demasiado precarias como para confiar ciegamente en la tecnología. Pero hubo una mujer que logró inspirar confianza. La historia recuerda cuando el mítico John Glenn, el primer estadounidense en orbitar la Tierra, le pidió a Katherine Johnson que revisara los cálculos. Sólo Katherine, una rigurosa matemática, que conoció la fama recién a los 97 años gracias al Oscar a la película Hidden Figures, fue capaz de ir mas allá de las computadoras para que Glenn iniciara la conquista del espacio.

El caso de Katherine no es el único y muestra cómo las mujeres fueron protagonistas de la historia tecnológica mucho antes de lo que suele considerarse. Hoy en día no es raro ver a CEOs mujeres dentro de las grandes empresas tecnológicas. Hay toda una política de diversidad que las considera y el término «femtech» es furor en Silicon Valley. Si una startup no tiene mujeres entre sus fundadores hay inversores que no mostrarán interés.

 

Sin embargo las mujeres estuvieron desde el mismo surgimiento de las computadoras. Sin un algoritmo serían máquinas completamente inservibles, si hay algo que le da la materia gris y diferencia a las computadoras de otros objetos es que son programables. Eso parece algo básico, sin embargo el algoritmo es la creación de una mujer: Ada Lovelace (1815-1852) es la madre de la programación dado que escribió el primer algoritmo de la historia. Desarrolló su actividad durante la época victoriana, mostrando la posibilidad de ejercer como profesional a la par que ser madre. Durante sus estudios fue becaria de Charles Babbage, creador de la computadora digital. En 1845 inventó el lenguaje para describir algoritmos en la máquina que había desarrollado Babbage, creando de ese modo el primer lenguaje de programación. Cabe destacar que sus trabajos los tuvo que firmar con las iniciales A.A.L. por miedo a ser censurados por tratarse de una mujer.

Otra mujer entre cientos para mencionar (perdón Marie Curie), es Hedy Lamarr (1914-2000) quizá un caso único. Tiene una historia digna de una película siendo ella misma actriz de Hollywood. Su belleza y fama no le impidió ser la inventora del sistema de comunicaciones denominado «técnica de transmisión en el espectro ensanchado» en el que se basan todas las tecnologías inalámbricas de que disponemos en la actualidad.

Hedy nació en Austria y fue considerada una de las actrices más bellas del mundo. Hija de un banquero y una pianista, triunfó en el mundo del cine, pero recibió muchas críticas y denuncias (incluso del Vaticano) por mostrar su rostro durante un orgasmo. Fue obligada a casarse con un magnate de la industria armamentística que la mantuvo cautiva durante mucho tiempo. En esos tormentosos años, ella aprovechó para continuar sus estudios de ingeniería. Además, usó su inteligencia para obtener de los clientes y proveedores de su marido los pormenores de la tecnología armamentística de la época e información que le sirvió de guía para idear y patentar en los años 1940, la técnica de conmutación de frecuencias.

 

Hedy logró escapar de su marido, se instaló en Hollywood y filmó varias películas. Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, ella y el compositor George Antheil -ambos enemigos acérrimos del nazismo- desarrollaron la patente de un sistema de guía por radio para torpedos aliados que utilizaba el espectro ensanchado y la tecnología de salto de frecuencia para vencer la amenaza de interferencias por parte de las Potencias del Eje. Esa tecnología sentó las bases para lograr lo que más tarde conocimos como wi-fi.

Katherine Johnson nos llevó al espacio. Ada Lovace le dio inteligencia a las computadoras. Y Hedy Lamarr las tecnologías de comunicación inalámbricas. Es una muestra de sólo tres mujeres que muestran porqué la diversidad nos impulsa a llegar hasta donde jamás nadie había llegado.